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Un divorcio apresurado de Grecia costaría caro

Ni los griegos ni sus socios deberían imaginar un quiebre limpio. La relación continuará. Sólo que se volverá tóxica.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 17 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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El estallido de la Primera Guerra Mundial fue, según nos cuentan, recibido con confianza y júbilo por los pueblos de Europa. Algo similar parece estar ocurriendo después de años de crisis económica y agitación política en Grecia. Un creciente número de personas sienten que ya es suficiente. Las estridentes opiniones expresadas en estas páginas por el economista italiano Francesco Giavazzi, son compartidos por muchos altos cargos. En tanto, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, acusa a los acreedores de Grecia de “saquear” su país.

Olivier Blanchard, el sobrio economista jefe del Fondo Monetario Internacional, indica que todavía se podría conseguir un acuerdo. Pero muchos están empezando a anhelar ver que se corte el nudo. Cualquiera que sea el juego que los griegos piensan que están jugando, su gobierno probablemente ahora sólo desea ver el fin de las humillaciones. Del mismo modo, cualquier juego que el Eurogrupo piense que ha estado jugando, seguramente ahora sólo piensa en finalizar la frustración. Si es así, el default de Grecia, la salida y la devaluación podrían quedar bastante cerca.

¿Podría entonces durar la euforia? Me temo que no. El supuesto de algunos en la zona euro no sólo es que el caso griego no único, sino además que el desastre que esos pecadores tanto merecen mejorará el comportamiento de todos los demás. Pero la unión monetaria dejaría de ser irrevocable. Nuevas crisis llegarán. Cuando lleguen, la confianza en la unión sería menos que total después de una salida de Grecia. El programa de Transacciones Monetarias no Reintegrables, anunciado por el Banco Central Europeo en 2012, podría tener que ser implementado para calmar los nervios. Pero podría fallar. La especulación autocumplida podría forzar aún más divorcios.

Algunos argumentan que Grecia al menos podría mejorar después de caer en default y salir del euro. De hecho, es teóricamente posible que el impago a sus acreedores públicos, combinado con la introducción de una nueva moneda, una gran devaluación (acompañada de políticas monetarias y fiscales sólidas), el mantenimiento de una economía abierta, las reformas estructurales y mejoras institucionales, puedan marcar un giro para mejor. Pero mucho más probable es un período de caos y, en el peor caso, un Estado fallido. Una Grecia que podría gestionar bien la salida también habría evitado la situación de hoy en día.

Ninguna de las partes debe subestimar los riesgos. También es crucial evitar el desprecio tan característico de los ataques de nervios causados por las negociaciones fallidas.

La irresponsabilidad puede ser una falta grave, pero lamentablemente así han respondido los griegos. Como destaca el economista irlandés Karl Whelan, en una encendida respuesta a Giavazzi, la economía griega ha sufrido un colapso asombroso.

Desde su peak hasta el punto más bajo, el Producto Interno Bruto agregado cayó 27%, mientras que el gasto real de la economía perdió un tercio. El equilibro fiscal cíclicamente ajustado mejoró en 20% del PIB entre 2009 y 2014 y el balance de la cuenta corriente mejoró en 16% del PIB entre 2008 y 2014. La tasa de desempleo alcanzó 28% en 2013, mientras que el empleo público se redujo 30% entre 2009 y 2014. Un ajuste tan brutal habría destruido la política de cualquier país.

Los europeos están lidiando ahora con Syriza debido a esta calamidad. Pero también están lidiando con Syriza por la negativa a reducir más la deuda en 2010. Este fue un gran error, que empeoró con el subsecuente colapso de la economía griega.

De hecho, la gran mayoría de los préstamos oficiales a Grecia no se hicieron en su beneficio en absoluto, sino en el de los irresponsables acreedores privados. Los acreedores también tienen el deber de tener cuidado. Si son descuidados, corren el riesgo de tener grandes pérdidas. Si los gobiernos quieren salvarlos, sus propios contribuyentes deberán pagar.

Grecia ha hecho ya reformas importantes, incluyendo sus planes de pensiones y el entorno empresarial. Pero dar marcha atrás en este tipo de reformas sería un gran error, como argumenta el Eurogrupo y el FMI.

Dado todo esto, es trágico que el quiebre ocurriera ahora, después de que ya se ha sufrido tanto dolor. No es muy tarde para alcanzar acuerdos que promuevan reformas, minimizando la austeridad adicional y haciendo que la deuda sea más manejable. Eso también sería bueno para todos al largo plazo. Los parámetros de un acuerdo como ese también son claros: un pequeño superávit primario en el corto plazo, la decisión de la zona euro de pagarle al FMI y al BCE, acompañada de un alivio de deuda de largo plazo, y un fuerte compromiso de reformas estructurales audaces por parte del gobierno griego.

Le guste o no (entendiblemente, no) el BCE es un jugador central. Tendrá que decidir cuándo debe dejar de tratar el crédito al gobierno griego como colateral frente a una asistencia de liquidez de emergencia a los bancos helenos. Si Grecia no puede llegar a acuerdo para la entrega de fondos, parece probable que le quite asistencia a los bancos. Eso entonces desencadenaría controles a los retiros. Esto podría estar acompañado de un esquema para la circulación de recibos de depósito, o finalmente por la introducción caótica de una nueva moneda.

Por ahora, sin embargo, el objetivo debe seguir siendo enfriar las cosas y asegurar un acuerdo. Pero, con el ánimo actual de rabia y recriminación, alcanzarlo parece aún más improbable.

Ese no sería el fin de la historia, sin embargo. Los europeos serán incapaces de alejarse. Si Grecia se queda dentro del euro o se va, se mantendrán los mismos desafíos.

Los europeos aún tendrían que admitir que no recuperarán buena parte de su dinero; y aún tendrían que ayudar a evitar un colapso griego. Podría ser un alivio divorciarse de un socio difícil. Pero el socio seguirá existiendo, aun cuando este matrimonio monetario haya terminado. Grecia seguirá ubicada estratégicamente e incluso dentro de la Unión Europea.

Ni los griegos ni sus socios deberían imaginar un quiebre limpio. La relación continuará. Sólo que se volverá tóxica. Si, trágicamente, ese destino no puede ser evitado, tendrá que ser gestionado por un tiempo muy prolongado.

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